Escritos de Irina Polà - Sor Juana Inès
   
 
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Sor Juana Inès de la Cruz

La expresión poética recoge en su más hondo sentido, las inquietudes y los sentimientos que el alma hilvana en su más recóndita montura… la lira del poeta transporta en sus notas de vibrante nostalgia, la palabra sublime que expresa el sentimiento humano desbordado en ritmo de verso sonoros y sublimes metáforas… El amor, el dolor, la evocación, ahogadas en el mudo silencio del interior dolido, encuentran en los versos el escape hacia el exterior. Y así en los dorados ocasos y en las plateadas noches cuando sólo es perceptible a nuestros oídos, el eco del viento que envuelve el silencio y la quietud humana, llega hasta nosotros la queja muda de aquellas almas que pretender hacer de su propio sentir, un sentimiento universal… Y quedamente se eleva el susurro femenino, que nace del corazón y de la pluma de Sor Juana Inés de la Cruz.

Juana Inés Asbaje y Ramírez de Santillana, nació según se dice en 1650, en la hacienda de San Miguel Nepantla, en el estado de México, hija natural de Don Pedro Manuel de Asbaje y Vargas, capitán vascongado y de la criolla doña Isabel Ramírez de Santillana, cuyos abuelos fueron naturales de San Lúcar de barrameda en la provincia española de Cádiz. Juana Inés dio muestras de extraordinaria precocidad, pues se tiene noticia que a os tres años ya sabía leer. Cuando tenía ocho años, rogó a su madre que vistiéndola de muchacho, la enviara a estudiar ala Universidad de México. A esa temprana edad, escribió en verso, una loa al Santísimo sacramento, que fue premiada por el vicario de Amecameca.

A los 16 años ingresó como dama de la virreina, diña Leonor María de Carreto, Marquesa de Mancera, quien se quedó impresionada por el talento y la belleza de Juana Inés. Su curiosidad intelectual no tenía límites, y así se instruyó copiosamente en humanidades antiguas y diversas ciencias lo cual le permitió salir triunfante de una examen, ante cuarenta letrados de todas facultades, que Don Antonio Sebastián Toledo, virrey de la Nueva España, organizó en palacio a instancias de los doctores de la Universidad, deseosos de conocer personalmente la decantada sabiduría de la joven.

Pero ¿cómo se identifica plenamente el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz? Al leer los siguientes versos erigidos en formales redondillas, se muestra ante nosotros la energía clara y femenina de una estética poetisa:

 

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis.

 

Si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

 

Combatís su resistencia

y luego con gravedad

 decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

 

Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco

al niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

 

Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis

para pretendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia.

 

¿Qué humor puede ser más raro

que el qué, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no está claro?

 

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos si os tratan mal

burlándoos si os tratan bien.

 

Opinión ninguna gana;

pues la que más se recata

si no os admite es ingrata,

y si os admite, liviana.

 

Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel

a una culpáis por cruel

y a otra por fácil culpáis.

 

¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende,

si la que es ingrata ofende

y que es fácil enfada?

 

Más, entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos en hora buena.

 

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

 

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada;

la que cae de rogada

o el que ruega de caído?

 

¿Cuál es más de culpar,

aunque cualquier mal haga;

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

 

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

 

Dejad de solicitar,

y después con más razón

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

 

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues es promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.

 

Sor Juana Inés de la Cruz fue en la poesía lírica y dramática, la figura de mayor representación en las letras españolas del siglo XVII. Aunque en prosa no haya dejado una obra memorable, ha dejado algunos escritos breves de indudable valor y gran interés para el conocimiento de su personalidad. En 1860, escribió el Neptuno Alegórico, en prosa y en verso, en donde ilustra el simbolismo del arco del triunfo que se levantó en la ciudad de México, para recibir al virrey, señor Conde de Paredes. La respuesta de Sor Filotea es lo más personal e interesante que nos dejó en el campo de la prosa.

En cuanto a la poesía dramática, Sor Juana Inés permanece bajo el influjo calderoniano. En sus comedias expresa tácitamente este influjo. Pueden contarse entre ellas: Los empeños de una casa, cuyo título es parodia de la obra de Calderón de la Barca Los empeños de un acaso. Amor es más laberinto, escrita en colaboración con el bachiller Juan de Guevara, quien compuso el segundo acto; y en sus autos sacramentales (ejemplo: El Cetro de San José y El Divino Narciso), permanece el influjo calderoniano.

Es en la lírica donde Sor Juana ha dado lo mejor de sí misma, especialmente en la lírica profana. Aunque en la lírica mística, se puede considerar una ferviente seguidora de Santa Teresa de Jesús. Manejó con gran seguridad metros y estrofas en gran diversidad, desde el romance hasta la glosa en décimas, pasando por el romance decasílabo y, sobre todo, por el soneto. En el siguiente, Sor Juana demuestra su desdén por las vanidades del mundo:

 

En perseguirme, mundo ¿qué te interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no mi entendimiento en las bellezas?

 

Yo no estimo tesoros ni riquezas;

y así, aunque me causa más contento

poner riquezas en mi pensamiento

que no mi pensamiento en las riquezas.

 

Y no estimo hermosura, que, vencida,

en despojo civil de las edades,

mi riqueza me agra fementida,

 

teniendo por mejor, en mis verdades

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.

 

No se sabe cómo en medio de aquella sociedad virreinal que la rodeaba, brotó en ella el deseo del claustro, pues no fue la vocación religiosa temprana la que la impulsó a ello. Esto ha dado lugar a conjeturas de diverso tipo en las que la idea de un problema sentimental amoroso irresoluble es la más común. El caso es que Sor Juana, la de apasionada naturaleza, mantiene en nuestros oídos un acento de verdad sincera que conmueve el espíritu. Es notable su total negación al matrimonio, de la cual habla en La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, sin aludir a la causa de tal actitud, pues lo que deja traslucir, es un enorme deseo de soledad, para consagrarse al estudio. Es muy posible también, que su Calidad de hija ilegítima, como bravamente solía o suele decirse, fuera en aquella sociedad un obstáculo insuperable para un matrimonio conveniente.           

Por otra parte, no podía menos de resultar escandalosa la conducta de su madre, irregularmente unida con el Capitán Ruíz Lozano, cuando su hija Juana Inés era ya la personalidad más notoria en la vida intelectual del virreinato. Pero, sea como fuera, el domingo 14 de agosto de 1687, ingresó como religiosa curista, en el convento de San José, de carmelitas descalzas de la ciudad de México. La rigidez de la regla carmelita afectó la salud de la novicia, en grado tal, que el 18 de noviembre de ese mismo año, hubo de abandonar el convento; pero no tardó en ingresar en el de San Jerónimo, donde hizo los votos de obediencia, pobreza y castidad perpetua, profesando definitivamente el 24 de febrero de 1669. Aunque Sor Juana no encarna la total dimensión de los llamados místicos, en su poesía mística, se acerca verdaderamente a ellos:

 

Mientras la gracia me excita

por elevarme a la Esfera,

más me abate lo profundo

el peso de mis miserias.

La virtud y la costumbre

en el corazón pelean

y el corazón agonizan

en tanto que lidian ellas.

Y aunque es la virtud tan fuerte,

temo que tal vez la venzan,

que es muy grande la costumbre

y esté la virtud muy tierna.

Oscurézcase el discurso

entre confusas tinieblas;

pues ¿quién podrá darme luz

si está la razón a ciegas?

De mi misma soy verdugo

y soy cárcel de mi misma.

¿Quién vio qué pena y penante

una propia cosa sean?

Hago as disgusto lo mismo

que más agradar quisiera;

y del disgusto que doy

en mí resulta la pena.

Amo a Dios y siento en Dios;

y nace mi voluntad misma

de lo que es alivio, cruz,

del mismo puerto, tormenta.

Padezca, pues Dios lo mande;

mas de tal manera sea,

que si son penas las culpas,

no sean las culpas penas.

               

¿Cómo fue su vida en el convento? Por lo que se sabe, desempeñó con celo ejemplar todas sus obligaciones religiosas; fue extremadamente caritativa y servicial con sus compañeras enfermas y con los pobres que acudían a la ayuda del convento. Mereció ser elegida por sus compañeras, para desempeñar cargos importantes dentro de la casa. Se sabe que también cultivó la música. Escribió un método musical llamado El Caracol, que nunca llegó a conocerse por la posteridad, únicamente por alusiones históricas que se han hecho de él. Su celda del convento, era gabinete de física, sala de música  y biblioteca que llegó a poseer una colección de 4000 libros.

No todas las autoridades eclesiásticas vieron sin alarma aquella apasionada inclinación a los estudios profanos. Sin embargo, el Arzobispo Fray Payo Enríquez de Rivera, fue siempre benigno y tolerante para con Sor Juana. Pero hubo una prelada muy santa y cándida, que le prohibió el estudio en los tres meses que desempeñó su cargo de pelada, como se ha dicho.

Opónese la razón a la tiranía de un amor violento es otra expresión de gran riqueza de Sor Juana:

 

Dime vencedor rapaz,

vencido de mi constancia,

¿Qué ha sacado tu arrogancia

de alterar mi firme paz?

Que aunque de vencer capaz

es la punta de tu arpón

el más duro corazón,

¿Qué importa el tiro violento,

si a pesar del vencimiento

queda viva la razón?

Tienes grande señorío;

pero tu jurisdicción

domina la inclinación

mas no pasa el albedrío.

Y así librarme confío

de tu loco atrevimiento,

pues rendida siento

y presa la libertad

se rinde la voluntad,

pero no el consentimiento.

En dos partes dividida

tengo el alma en confusión;

una esclava a la pasión

y otra a la razón medida.

Guerra civil encendida

Aflige el pecho importuna;

Quiere vencer cada una,

Y entre fortunas tan varias

Morirán ambas contrarias,

Pero vencerá ninguna.

Cuando fuera amor te veía,

no merecí de ti palma;

y hoy, estás dentro del alma,

en resistir valentía.

Córrase pues tu porfía

de los triunfos que te gano;

pues cuando ocupas, tirano,

el alma sin resistirlo

tienes vencido el castillo

e invencible el castellano.

Invicta razón alenta

armas contra tu vil saña,

y el pecho a corta campaña

a batalla tan sangrienta.

Y así, Amor, en vano intenta

tu esfuerzo loco ofenderme;

pues podré decir al verme

expirar sin entregarme,

que conseguiste matarme,

mas no pudiste vencerme.

 

Hemos hecho un esbozo de la vida y obra de una gran escritora americana, Sor Juana Inés de la Cruz,  una mujer de templado carácter que fue ejemplo de lucha consigo misma y de enorme creación poética, ejemplo para las generaciones de siempre del significado de ser mujer y de la lucha por los sitios que le corresponden y que históricamente se les ha negado.

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