Escritos de Irina Polà - Historia del Teatro
   
 
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Breve historia del Teatro Occidental

El género dramático es un arte que incluye poesía… es un arte de carácter colectivo y público… es un arte que vive sólo en la respuesta de su auditorio… Nacido de ritos religiosos, muestra lo más noble y lo más vil de la conducta humana… refleja la historia y la esencia de la humanidad.

Sus principales características, lo constituyen: el conflicto, la Representación y Proyección a su auditorio. De hecho, si no hay público no existe Teatro alguno.

La conducta humana… llena de vicisitudes…. De sentimientos encontrados y de madejas de pensamientos, es recreada sobre un escenario en donde se despliega el profundo caos que constituye el ser humano… Dice Quevedo:

 

No olvides que es comedia nuestra vida,

y teatro de farsa el mundo entero,
que muda el aparato por instantes;
y que todos en él somos farsantes…

 

El primer actor fue quizá el hechicero primitivo, quien hacía de cada rito un verdadero espectáculo; se valía de medios sobrenaturales, inventaba diálogos con los espíritus, practicaba la prestidigitación, improvisaba tramas y utilizaba distintos disfraces.

Durante el período neolítico, comunidades enteras participaban en danzas, canciones, danzas y sacrificios, cuyo objeto era asegurar la fertilidad, hacer llover y adorar al Sol o la Luna para evitar calamidades. Con el tiempo, estas ceremonias fueron representadas por un grupo especialmente escogido, que actuaba en beneficencia de la comunidad, dando así origen al Teatro.

El más antiguo testimonio sobre una obra de teatro, se refiere al drama de la pasión, representado en Abidos, antiguo Egipto, unos 2,000 años A.C. en el cual la comunidad buscaba el cuerpo descuartizado de Osiris, y festejaba con una procesión el  retorno de la vida.

En el Oriente, el teatro se inclinó hacia el simbolismo y el artificio; los actores llevaban máscaras o maquillaje con apariencia de máscaras. En China los actores hablaban con un lenguaje artificial. Los músicos y tramoyistas se sentaban a la vista del público en un escenario desprovisto de decorados; los objetos reales eran desplazados por simbolismos. Por ejemplo; una mesa podía representar una montaña, o unos cuantos estandartes a todo un ejército. Si un actor representaba a alguien que se ahoga en el mar, yacía entre telas de color azul, que eran onduladas por los tramoyistas colocados a la vista del público.

El teatro japonés se inició con pantomimas danzadas, que se representaban durante los festivales sintoístas y budistas, en las cuales los actores llevaban máscaras. Estas pantomimas dieron origen en el siglo XIV, a los sútiles dramas líricos: No, con sus delicadas enseñanzas morales. Eran representadas en un escenario adornado tan sólo con un pino estilizado, que simbolizaba un templo, con actores de pausados movimientos, con cantos de cadencia uniforme y un lenguaje arcáico, ya en ese siglo. Una función de tero NO, duraba entre 6 y 8 horas, en las que se presentaban cinco o seis dramas distintos, entre los cuales se intercalaban entremeses cómicos, o kyogen, obras cortas de la vida campesina. Una versión popular de éste aristocrático teatro, fue el Kabuki, que literalmente quiere decir: canción-danza, aparecido en 1596 como un género representado únicamente por mujeres y muy erótico.

El siglo de oro del teatro hindú, fue el período de 320 a 480 A.C. en obras como La Fantasía Erótica Sakuntala y el drama nacional: Vasantasena, escritas por los reyes gruptas o por poetas de la corte, en los que se narraban relatos de la vida ordinaria de los humanos y sus pasiones. Las leyendas sagradas eran tema abundante para el repertorio. En el escenario era prohibido representar la violencia, al igual que lo prosaico del comer, beber o rascarse.

En Grecia, en el 485 A.C. cuando Esquilo ganó un premio con su Orestiada, en Atenas, las obras teatrales se representaban en honor al Dios Dyonisos, el teatro, enteramente consagrado a éste dios, siempre albergaba su altar. En el apogeo de Atenas, el asistir al teatro formaba parte de los festivales dionisíacos. En el festival de invierno se representaban solo comedias, en la primavera de los seis días del festival, tres se dedicaban a la tragedia.

La primera innovación instituida por los griegos, fue el local del mismo teatro. El teatro de Dyonisos en Acrópolis, tenía capacidad para 27,000 espectadores. El teatro de Epidauro, estaba asociado con el teatro de Asclepio. También entre los griegos, se originaron algunas costumbres que llegan al teatro de nuestros días, el patrocinio de una obra, las giras a poblaciones remotas.

El drama surgió del Ditirambo, cantos y festivales en honor al dios Dyonisos, Tespis encargó el papel de protagonista a un miembro del Coro, haciéndole recitar parlamentos, lo que dió origen al diálogo. Esquilo agregó un segundo interlocutor, y los dramaturgos contemporáneos de Sófocles, añadieron el tercero. Estos tres actores constituían el reparto y utilizaban máscaras para que cada uno pudiera interpretar diferentes personajes en la misma obra. El teatro griego es considerado el padre del teatro occidental.

El teatro Romano también se erigió como una ceremonia religiosa, cuando en 365 A.C., para ganar el favor de los dioses durante una peste, la ciudad importó de Etruria una compañía de actores. El primer escenario de Roma fue erigido en el Circo Máximo, para representar en él, las alegres y a menudo impúdicas sátiras etruscas, mezcla de danzas, canciones breves y sátiras que fueron la simiente del teatro romano. A diferencia del teatro griego, los primeros teatros romanos no colocaban la orchestra en el centro, sino en un escenario, alzado sobre el nivel del piso, sobre el cual aparecían los actores. La cavea o espacio ocupado por los actores, era de forma semicircular, y el público se sentaba en bancas de madera, soportadas por un andamiaje. A los asientos se subía por escaleras y al conjunto de los asientos comprendidos entre dos escaleras se le llamaba, cuneus, de allí la costumbre de llamar excuneati a los espectadores que por llegar tarde a la función, no encontraban asiento y tomaban lugar de pié en las escaleras.
Al principio se sentaban sobre las tablas, pero Calígula permitió que llevasen cojines para hacerlo. Mas tarde, a imitación de los teatros griegos, se construyeron teatros de piedra, no sin oposición de los patricios romanos, que consideraban tal innovación indigna de la severa sencillez de los ciudadanos romanos. También durante éste período, comenzó a emplearse el telón, un techo de madera cubría el escenario, los espectadores estaban protegidos por toldos de lino sustentados en mástiles, en ocasiones se producían lluvias artificiales para refrescar el ambiente. Las funciones nocturnas se hacían a la luz de antorchas. Al igual que el teatro moderno, en el romano se representaban dramas y comedias. El único dramaturgo romano que alcanzó distinción, fue el cordovés: Lucio Anneo Séneca, cuyas tragedias se leían únicamente en privado, y jamás se representaban, pero fue el que ejerció una enorme influencia sobre el Teatro del Renacimiento.

Los dos comediógrafos romanos más importantes fueron, Terencio y Plauto, en las comedias de Terencio, se respira una atmósfera de cultura y refinamiento que contrasta con Plauto, en las que predominan las bufonadas y licencias, tal como aparecer desnudas las actrices o la presentación del coito, en pleno escenario.

 

Teatro Renacentista

En sus primeros años, la Iglesia Cristiana se opuso tenazmente al teatro, tachándolo de inmoral. Fue tanta la persecución, que durante la Baja Edad Media, desapareció éste arte de Europa. En el Siglo X, en un convento benedictino de Sajonia, una monja alemana llamada Roswithia, escribió 6 comedias emulando a las de Terencio, aunque consagradas a los santos.

Más o menos en esta época comenzaron a interpretarse, durante las misas de Pascua Florida y de Navidad, algunas escenas bíblicas, escritas en lengua del vulgo, para que pudieran ser comprendidas por éste. Al principio se representaban en el interior de las Iglesias, pero el número de espectadores aumentó tanto, que fue necesario trasladar el escenario a la escalinata que daba acceso a la iglesia, mientras los fieles permanecían en el atrio; y más tarde a los teatros ambulantes patrocinados por los gremios. Esta separación entre el teatro propiamente dicho y las ceremonias religiosas, señaló el comienzo del teatro seglar en Europa. A medida que el teatro se hizo seglar y vernáculo, su expansión fue mayor. Surgían los actores que interpretaban los Ciclos de Misterios, derivados del drama litúrgico. Estos ciclos se proponían narrar toda la Biblia. Se adoptaron formas idénticas en toda Europa.

En España, tomaron el nombre de Autos Sacramentales, en Italia Sacre Representazioni, en Francia Mysteres, en Inglaterra Miracle Plays. Su representación exigía varios días, ya que los ciclos duraban de 30 a 40 días, en dramas distintos. Al lado de los personajes de la Historia Sagrada, aparecían personajes ordinarios que fustigaban con humor mordaz, los vicios sociales.

Es preciso aclarar, que durante la Edad Media, la única diversión mundana con que contaban aldeas y ciudades, eran las compañías ambulantes de ministriles; los juglares, herederos de los mitos de la antigüedad, entretenían a las multitudes con música, acrobacia y mímica irreverente. Los Trovadores, más refinados y elegantes, remontaban su ascendencia, hasta los bardos de la Grecia homérica y a las tribus góticas; componían y recitaban los cantares de gesta caballerescos. Ejemplos de ellos: El Mio Cid… El Cantar de Roldán en España y Francia, respectivamente.

Hacia el siglo XV, los trovadores y juglares se separaron de los músicos ambulantes y formaron compañías de actores, poniéndose bajo la protección de casas nobles, cuyos nombres tomaban tanto prestigio como para obtener mayor seguridad en los caminos.

Las primeras compañías teatrales modernas aparecieron en Italia. En la Comedia d’Arte, un grupo de ingeniosos actores, hombres y mujeres, improvisaban en el momento mismo de la función, sus intrincados equívocos en argumentos de adulterios y bufonadas impúdicas. Su teatro era la plaza del mercado, su escenario una plataforma improvisada con un telón.

La Commedia, que se remontaba a unos 2,000 años, hasta la comedia fálica etrusca y la atelana, inspiró a muchos escritores modernos, que utilizaron sus argumentos, invenciones y hasta sus personajes.

Polonio, el personaje de Hamlet de Shakespeare, ha sido relacionado con el pesado, senil y casi siempre desgraciado Pantaleón. Molliere, en su Enfermo Imaginario, se burló del erudito y pedante médico, el Doctor Pedrolino, que se transformó en Inglaterra en el LLamado Punch, y en Francia en Pierrot.  Las dos parejas de la Commedia d’Arte, las muchachas que se vestían de hombres, los disfraces y la confusión de identidades, sirvieron a Shakespeare, en sus obras: El Mercader de Venecia… a Tirso de Molina para Don Gil de las Calzas Verdes, y en nuestra época, a Jacinto Benavente en Los Intereses Creados. La vida de los actores reunidos en una de las compañías de la Commedia d’Arte, inspiró la célebre ópera de Ruggiero Leoncavallo, I Pagliacci.

Durante la edad media, el Teatro Español fue muy similar al de Francia, Alemania e Inglaterra, se desarrolló sobre todo a la sombra de la Iglesia, y el más antiguo de los textos conservados, es El Auto de los Reyes Magos.

Este consiste en 147 versos escritos en lengua Romance a mediados del siglo XII. Un siglo más tarde surgieron en Francia, los juegos de Escarnio, comedias llenas de bajeza y lascivia, que acabaron por ser prohibidos.

Con el Renacimiento en España, ésta se apartó del modelo europeo, en parte por el poder de la religión católica, que hizo continuar las obras sobre temas sagrados hasta 1765, y en parte por la vitalidad del pueblo español, que estaba ansioso de acción y de comedias heroicas inspiradas en los Romances y leyendas del País. Un género similar a los misterios Franceses, fue como se dijo antes, los Autos Sacramentales, presentados sobre todo, durante las ceremonias de Corpus Christi. El material básico para estas comedias, era cualquier tema sagrado, pero los autores lo trataban en forma alegórica, las figuras bíblicas, se convertían en hombres de la época, el demonio era un pirata o un moro, las cualidades humanas y las ideas, tomaban forma humana.

Los españoles amaban el teatro en todas sus formas, y con frecuencia mezclaban las manifestaciones serias, con el canto, la danza y la prestidigitación. Con frecuencia interrumpían las obras religiosas con entremeses o farsas; piezas cortas que se representaban en los intermedios, los clérigos intentaron dar fin a éstos abusos, después de u concilio celebrado en 1473, consiguieron suprimir tales bufonadas en las funciones de las Iglesias, pero fueron incapaces de evitar que en el teatro callejero, se mezclaran los entremeses. Durante los siglos XVII y XVIII, los ataques aumentaron; laicos y religiosos se quejaban de que una misma actriz interpretase La Lascivia de Venus, y minutos más tarde, la Pureza de la Virgen, que a un actor le bastara quitarse la barba postiza con la que había interpretado a Cristo, para convertirse en un indecoroso tabernero. La solución del problema, fue el Real Decreto de Carlos III, publicado en 1765, en el cual se prohibía la representación de todo Auto Sacramental.

Uno de los más grandes méritos de la escena española, fue la creación de un verdadero Teatro Nacional, entre 1500 y 1550, por Juan de Encina, músico, cortesano, actor y dramaturgo, fue el primer autor dramático de la época y el fundador del Teatro Español.

En el siglo XVI, los actores dejaron de presentarse en plazas y calles, para hacerlo en verdaderos teatros al aire libre. El primero de éstos locales, fue quizá el patio de una posada de Málaga, convertido en teatro en 1520, mediante la adición de un entarimado para que sirviera de escenario. En las ciudades del norte, las obras se representaban en corrales. Uno de los teatros más famosos, fue El Corral de la Pacheca, que el célebre actor italiano Ganassa, modeló agregándole un techo sobre el escenario y asientos para los espectadores, así como un toldo, para proteger de la lluvia a éstos.

Extraordinarios fueron los autores que florecieron en España, durante el Siglo de Oro. El gran Lope de Vega, guerrero de la Armada Invencible, se ordenó también de sacerdote, personalidad curiosa y simpática, que huyó de Madrid, amenazado de muerte por causa de unos versos obscenos que había escrito después de un desengaño amoroso. A los 50 años, tomó los hábitos, lo cual no le imperio continuar escribiendo comedias, al tiempo que se flagelaba hasta salpicar las paredes de su celda con sangre. Lope fue el que dio la comedia española a su forma, creó la Tragedia Popular. Sus temas fueron usados posteriormente por Calderón de la Barca y Moliere, una de sus principales, entre casi 1500 obras conocidas, en Fuenteovejuna, que es un drama social.

Calderón de la Barca, es el último de los grandes dramaturgos españoles del Siglo de Oro, nombrado caballero, director de las representaciones de la corte y Capellán del rey.

Pedro Calderón de la Barca, estuvo siempre preocupado por los temas de la Libertad, Honor y los Celos en sus obras, su obra más conocida, La Vida es Sueño. Otro gran comediógrafo español Tirso de Molina, es conocido sobre todo por su obra: El Burlador de Sevilla, obra en que creó el personaje de Don Juan, sus dramas le otorgaron un lugar de honor, junto a Lope y Calderón.

Mientras en España florecía El Siglo de Oro, en Inglaterra Isabel II, estimuló el teatro de Shakespeare. Un género derivado de la Grecia clásica, fue apoyado por ella, la llamada Mascarada. En la cual los actores vestían de máscaras, tuvieron un doble desarrollo al ser representadas en La Danza de la Espada de San Jorge, que servían también para representar ritos sobre la fertilidad. Luis XI Rey de Francia, era enamorado de las Mascaradas, y a su pasión por el teatro se debió en gran medida el esplendor del teatro clásico de Pierre Corneille y Jean Racine.

El teatro del siglo XVIII, reflejaba la vida de las clases privilegiadas. La seducción, la infidelidad, el cinismo, eran las especias con que los autores aderezaban el teatro salpicándolo de agudo ingenio. En 1830, cuando Victor Hugo representó Hernaní, el teatro experimentó una revolución artística: el romanticismo, compuesto de individualismo… el culto a la naturaleza… la rebelión contra las convenciones sociales… la exaltación de las pasiones y el arrobamiento natural ante lo sobrenatural, abrió un vasto campo a la creación teatral. Lord Byron… Honoré de Balzac… Los Dumas, todos ellos fueron arrastrados en el vendaval romántico, junto a muchos más. El teatro español, también refleja la influencia del Romanticismo. Sus representantes: El Duque de Rivas y José Zorrilla, el primero con Don Alvaro o La Fuerza del Sino, el segundo con Don Juan Tenorio.

El drama Precolombino, originado como en el resto del mundo en manifestaciones religiosas, se representaba sobre las truncas pirámides de Mesoamérica, lo interpretaban actores cuidadosamente escogidos, frente a la comunidad entera, incluyendo sacerdotes y caciques. Puede tenerse una idea de su importancia, cuando se sabe que los conquistadores lo persiguieron hasta destruirlo. Se conserva sin embargo, un drama maya: el Rabinal Achí y el Ollantay de los Incas.

 

Escena Moderna

En la sofocante atmósfera europea en la época victoriana, Henrik Ibsen, escribió Casa de Muñecas, drama social acerca del matrimonio, que pregonaba el derecho de la mujer a tener su propia personalidad. Ibsen hizo de lado la enmarañada y artificial teatralidad, reemplazándola por la llaneza y la economía en la estructura dramática. Cambió los conceptos del Romanticismo y del Sentimentalismo, por los problemas reales de la gente de carne y hueso, en la vida cotidiana.

El más célebre discípulo de Ibsen, George Bernard Shaww, de agudo ingenio y sátira audaz, utilizó el teatro para exponer sus teorías morales, literarias y sociales.

Otra influencia del teatro moderno, fue Anton Chejov, modelo para drama introspectivo, de seres reales que como personajes solitarios no tienen comunicación entre sí, y viven de sueños que les provocan frustración.

Los últimos años del Siglo XIX, son los dramas de Vanguardia, André Antoine con su teatro libre de convencionalismos escénicos.

En Alemania, Berthold Brecht, se opuso a lo que él llamaba el maléfico del realismo, que convertía la realidad en un mundo de sueños, y desarrolló su llamado Teatro Epico, de estilo sobrio y recortado.

Federico García Lorca, exponente del teatro poético contemporáneo, tenso, apasionado y mágico.

Tennessee Williams y Edward Albee, con temas que tratan perversión y crueldad humanas.

Eugene Ionesco, con sus aterradoras farsas… Jean Gonet con sus comedias macabras, Samuel Beckett con sus personajes que viven en basureros, o que esperan en un pasaje desierto a un desconocido que no llega jamás.

Todos ellos, dramaturgos del teatro del absurdo, que utilizan símbolos oníricos y recursos dramáticos para subrayar el aspecto absurdo de la vida, y la actual falta de comunicación de los seres humanos.

Al decir de los estudiosos las tendencias han colocado al teatro actual en dos polos; Uno, el de la simple diversión, bajo las formas de drama convencional y otro, el que somete al auditorio en una implacable revisión de la condición humana.

El deceso del teatro, ha sido vaticinado por épocas actuales, tras la nefasta expansión de la enmudecedora televisión. Sin embargo, El Teatro se resiste heroicamente a morir, y se encuentra en la actualidad más vigoroso que nunca. Y la causa… Que es la mas auténtica expresión humana…

Dice Ortega y Gass ett:
La farsa, víscera del teatro, resulta ser una de las vísceras que vive nuestra vida, y en eso que es como dimensión radical de nuestra vida, consiste la última realidad y sustancia del teatro: Su Ser y su Verdad…

Hemos hecho una breve reseña del desenvolvimiento histórico del Teatro en el mundo y a través de los siglos. Un quehacer portador de cultura y de humanidad, que es fiel transmisor de cultura y capacidades que luchan por remontarse hacia un ideal de Arte y de Expresión humana.

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