Escritos de Irina Polà - Revolución de 1871
   
 
  Home
  Biografìa de una musa
  El credo de Irina
  Grecia
  Origen de la tragedia
  Prometeo
  Eurìpides
  Séneca
  Historia del Teatro
  Edad Media y Siglo de Oro
  La Zarzuela
  El Renacimiento
  Emilio
  Juan Rulfo y el Cuento
  Orígenes de Poesía Hispanoamericana
  Kant
  Sor Juana Inès
  Virgen del Rosario
  Quema del Diablo
  Nacimientos
  La Llorona
  Fiesta del Volcán
  Rodrigo de Arias
  Pepita Garcìa
  El poeta Villegas
  Rafael Carrera
  Revolución de 1871
  Contacto
  Libro de visitantes
  ENLACES

30 de junio de 1871… triunfo de la revolución

La historia de los pueblos es el fundamento panorámico de la cultura humana, es en ella en donde el presente conoce sus raíces y se convierte en partícipe de aquellos hechos… cuando se tiene conciencia del valor histórico de un pasado, el carácter patrio toma dimensiones que le son propias; es decir: Heroísmo… Conciencia… Amor y Honestidad, elementos sin los cuales, nadie puede llamarse verdaderamente, hijo de su patria…

Guatemala merece una población noble y honesta, que tenga siempre presente la idea de Libertad, porque por esta causa la vieja Guatemala vivió en sus hijos de entonces, su más cara lucha y sus más altos ideales. Hombres honestos y dignos, imprimieron en sus corazones y en sus voluntades el reconocimiento hacia la patria que los vio nacer.

A raíz de los hechos sucedidos durante los años de 1869 y 1870, cuando Guatemala presenció el cobarde asesinato del Mariscal Serapio Cruz, en la cámara de representantes vibró airada la palabra de García Granados con justo repudio por la canibalesca profanación que se hizo del cadáver del valiente Mariscal, y vituperó las manifestaciones de satisfacción que hicieron los conservadores de aquél hecho vergonzoso. Esto provocó que se dictaran órdenes de arresto contra él y varios de sus amigos, por lo que se vio en la necesidad de buscar refugio en la Legación Británica, pues ya Larrave y Samayoa guardaban prisión en el castillo de San José, lo mismo que el brigadier Mariano Villalobos; pero habiendo permitido el gobierno que saliesen del país, bajo las garantías exigidas por este, se embarcaron en el Puerto de San José todos ellos, excepto Villalobos; en el barco Panamá, rumbo a territorio mexicano.

De México, el ilustre proscrito Miguel García Granados, pasó a Norteamérica en donde escogió el material de guerra que le serviría para la liberación de su patria: 200 fusiles Remington, 15 Winchester, un obús, el parque indispensable para dichas armas, además de espadas y uniformes. Material que remitió a la población mexicana de San Juan Bautista. Enseguida pasó a la ciudad de México a solicitar al presidente Benito Juárez, su tolerancia para organizar en la frontera a sus correligionarios refugiados allá. Con una carta de recomendación de Juárez; para el gobernador del estado de Tabasco. Se dirigió a San Cristóbal de las Casas, en septiembre de 1870, a entrevistarse con el General Justo Rufino Barrios quien aceptó con entusiasmo tomar parte en la ardua empresa.

Se estableció el Cuartel General Revolucionario en la hacienda Los Puentes, de la jurisdicción de Comitán, en donde se organizó la columna comandante al mando de Justo Rufino Barrios y Julio García Granados. Es del caso mencionar los nombres de los valientes hombres que integraron esa columna, porque merecen vivir en la memoria de los guatemaltecos. Son ellos:

Comandante 1º. Francisco Ponce

Capitanes graduados: Ricardo Méndez, Cándido Idígoras, Miguel Enríquez y Toribio Mazariegos.

Tenientes: Basilio Arroyave, Andrés Téllez

Subtenientes: Gregorio Contreras, Julio Iturrios, Rafael Ordóñez, Abraham Rivera y Julio Ruiz.

Clases y Tropa: Juan Méndez, Lázaro Menéndez, José Sánchez, Manuel Hernández, Vicente Sandoval, Raimundo Escobar, Balbino Menéndez, Daniel Morales, Onesíforo Blanco y Leopoldo García Rubio.

Cuyos despachos les entregó Miguel García Granados quien regresó a Comitán con sus ayudantes: Teniente Coronel Herculano Afre y Capitán Francisco Andreu. Dice un autor de la época que García Granados encarnaba el valor revolucionario eficiente y seguro. Sus capacidades intelectuales, sus profundos conocimientos en materia política, sus poderosos entronques familiares con personajes de la capital, su prestigio de honrado ciudadano; todo ello unido a una calma y una serenidad que lo capacitaba para convertirse en el cerebro dirigente.

Por otra parte, Justo Rufino Barrios, con su magnetismo personal reflejado claramente en su mirada de águila; tenía el don de atraer a cuantos se le acercaban… con sus prácticos conocimientos de guerrero adquiridos en el campo de lucha, cuyos secretos le eran familiares… con un natural instinto de hábil escudriñador del corazón humano, todo ello sumado a su gran experiencia, obtenida a fuerza de sufrimientos, amarguras, decepciones e ingratitudes. Hombre de firmes resoluciones que no podía ser menos que el brazo ejecutor del movimiento rebelde.

En El Salvador se hacía sentir también un profundo malestar, por causas semejantes a las de Guatemala. En efecto, el doctor Dueñas fue reelecto en 1869, aumentándose por tal motivo la emigración salvadoreña a Honduras, en donde el presidente, General José María Medina, les prestaba apoyo para organizarse, rompiendo sus relaciones con El Salvador y declarándole la guerra. El 5 de marzo de 1871, invadió territorio salvadoreño una columna hondureña, que fue derrotada en Pasquina por el General Florencio Xatruch.

Sin embargo, otra columna que llegó a Sensuntepeque, proclamó presidente provisorio de El Salvador, al General Santiago González, quien a fines de marzo ocupó la ciudad de Santa Ana, donde fue atacado por las fuerzas del gobierno mandadas por el General Tomás Martínez, durante los días 7 y 10 de abril. La batalla de Santa Ana abatió el poder del Dr. Dueñas, quien propuso un arreglo pero sin esperar contestación, se refugió en la legación americana. La columna revolucionaria organizada por Justo Rufino Barrios, invadió el territorio guatemalteco el 28 de marzo de 1871, por el departamento de San Marcos, apoderándose de las poblaciones de Cuilco, Ishón y Tacaná, habiendo llegado a este ultimo, es decir a Tacaná, el 2 de abril alrededor del mediodía.

El gobierno tan pronto como tuvo la noticia de la invasión, ordeno que los corregidores de San Marcos y Huehuetenango, movilizaran sus fuerzas para contener el movimiento.

El día 3 por la mañana, supo Barrios que se aproximaban tropas gobiernistas, que al mando del Coronel Bárbano habían pernoctado la noche anterior en la hacienda de San Sebastián, a diez leguas de distancia.

Barrios distribuyó convenientemente los 45 hombres con que contaba, ocupando una colina al oriente de la población, de manera que esta ventaja se unía a la de tener mejores armas, que las que portaban las fuerzas de gobierno, compuestas por 220 soldados.

Leamos el relato de un testigo presencial: “Serían mas o menos las 2 de la tarde del 3 de abril, cuando los revolucionarios vieron el cordón interminable de la fuerza enemiga. Barrios arengó a los suyos mientras los gubernistas tomaban posiciones al pié de la colina, dando principio al ataque a eso de las cuatro de la tarde. El enemigo pretendió escalar la altura que ocupaban los revolucionarios, a paso de carga; pero estos los repelieron a pesar del valor desplegado por los atacantes, quienes eran muertos o heridos en gran número, debido a las armas de precisión de los defensores, mientras ellos usaban rifles de mecha. Tres veces intentaron estos apoderarse de aquél histórico sitio, hasta que desmoralizados por sus pérdidas, emprendieron la retirada, dejando abandonados a sus heridos”.

Ese fue el primer triunfo de la Revolución, obtenido en las alturas cercanas al pueblo de Tacaná el 3 de abril de 1871. Barrios y su pequeña falange regresaron a la frontera, para esperar los refuerzos que recibieron por Tapizalá, y con ellos se internaron por el departamento, rumbo a San Marcos en donde se unieron a Barrios, muchos vecinos. Aumentada su falange, retornó Barrios a Tapizalá a dónde llegó Miguel García Granados, con alguna gente y elementos de guerra que traía. Volvieron a San Marcos, población que ocuparon el 10 de mayo, en donde repartieron un manifiesto suscrito por García Granados, del que extraemos una parte:

“Compatriotas:

Perseguido injusta e ilegalmente por el tirano que gobierna la República, me presento ante vosotros, con el objeto de revindicar mis derechos y combatir una administración, que oprime a los pueblos y viola diariamente las garantías más sagradas del hombre.

Veinte años hace que combato esa administración arbitraria y despótica, y si mis esfuerzos no han logrado derrocarla, al menos han contribuido a dar a conocer los abusos y crueldades del sistema dictatorial que nos rige, alentando a los guatemaltecos a agruparse alrededor de la bandera de la Libertad. He aquí el odio de los tiranos hacia mi persona.

Queremos que en vez de este despótico gobierno, se establezca otro que no tenga mas norma que la justicia, que en vez de atropellar la ley, la acate y respete, y en una palabra, en vez de gobernar según su capricho o su interés privado, sea simplemente un fiel ejecutor de la ley, sumiso y jamás superior a ella.

Si escollo en la empresa y pierdo en ella la vida, la libertad habrá perdido uno de sus más ardientes defensores y contará en su historia, con un mártir más; pero si la llevo a buen fin, si triunfo, a vosotros os tocará la felicidad de vivir bajo un gobierno de leyes que respete vuestra dignidad y garantice vuestra seguridad, y a mí el honor de haber capitaneado a los valientes que han dado cima a tan noble empresa.

Cuartel General Ambulante, mayo de 1871”.

La revolución pues, tenía propósitos determinados, y el documento que los exponía al pueblo guatemalteco. Esto produjo una magnífica impresión, por que se comprendió que aquellos hombres a quienes los boletines de gobierno pintaban como bandidos y ladrones, no eran mas que patriotas que perseguían la regeneración de Guatemala, procurando la desaparición de aquél partido conservador, que tanto daño había hecho a Guatemala, y además culpable de la división de la antigua patria al entroncar cinco fracciones divisorias de gobiernos, en otrora la nación Centroamericana.

En la capital de Guatemala, este manifiesto produjo sumo interés, y la casa de Doña Cristina García Granados, fue el centro a donde acudieron todas aquellas personas que deseaban el triunfo de la libertad. Este manifiesto se hizo circular en todos los sectores del pueblo de la capital, por insignes damas de reconocida honorabilidad conscientes de la gran necesidad de libertad.

 

TRIUNFO DE LA REVOLUCION

Mientras tanto las fuerzas revolucionarias acuarteladas en San Marcos desde el 10 de mayo, habían avanzado y parapetado en la población de San Pedro Sacatepéquez. Se decidió bajar a la costa, buscando el camino que conduce a Retalhuleu plaza que desocupó el Coronel Gabriel Cárdenas, y que ocuparon los revolucionarios, aclamados por los vecinos que les daban la bienvenida.

Estando allí, fueron atacados de nuevo por el Coronel Cárdenas, que fue derrotado después de dos horas de combate. Este triunfo fue de trascendental importancia para los revolucionarios, puesto que quedaban dueños de aquella rica zona costeña, que contaba con toda clase de recursos vitales de toda especie. El 15 de mayo pasaron los revolucionarios de Costa Cuca a Costa Grande, ocupando regiones de importancia. Pero, al pasar por el pueblo del Tejar, con dirección de Martín Jilotepeque, tuvieron noticia de que una columna de 900 hombres, al mando del teniente coronel Aquilino López Calonge, venía de la capital para atacarlos, por lo que se dirigieron a Joyabaj y luego a Chiché, cerca de Santa Cruz, donde decidieron presentar batalla al enemigo, que en efecto llego al lugar denominado; Laguna Seca.

Allí se libró un cruento combate en el que fueron derrotadas las tropas del coronel Calonge. Victoriosa la falange revolucionaria, se dirigió a la Antigua Guatemala, ciudad a la que llegó el 10 de junio. Allá fueron recibidos por los vecinos, con grandes muestras de euforia. Decidieron regresar a occidente, para preparar la fase final de la victoria, es decir: la marcha sobre la capital. En villa de Patzicía se elaboró un acta que daba forma a la revolución y a la vez se desconocía al oligárquico y tiránico gobierno de Cerna. En ella todos los jefes y oficiales, encabezados por el General de Brigada Justo Rufino Barrios, se comprometieron a no dejar las armas, hasta no haberse cumplido todos los puntos contenidos en dicha acta.

El ejército liberal, ocupó la ciudad de Quetzaltenango, en donde el General García Granados, inauguró su gobierno. Suspendió el estanco de tabacos, y habilitó el comercio en Champerico.

Mientras tanto el mariscal Cerna viendo el incremento que tomaba la revolución salió de la capital, para combatirla. Llegando a Totonicapán a mediados de junio, al mando de 6,000 hombres.

Los revolucionarios ocuparon entonces, las alturas de Coxón y Tierra Blanca, en donde se libraron las batallas denominadas con esos nombres, los días 22 y 23 de junio, derrotando en ellas al presidente Cerna que en desorden se retiró a Chimaltenango.

Los revolucionarios, por su parte, hicieron marcha forzada hasta la Antigua, previendo la facilidad de aproximarse por allí a la capital.

Cerna trató de contener aquella amenaza, y en efecto salió a la Antigua desde Chimaltenango, pero los revolucionarios que se habían apoderado de San Lucas, le salieron al paso y se entabló un combate decisivo en el que fueron derrotadas completamente las tropas del Mariscal Cerna, y allí desapareció su gobierno como entidad estable.

Cuando en la capital se supo del triunfo de San Lucas, salió de ella el cuerpo diplomático en busca del General García Granados, a quien encontraron ya en Bárcenas, al que pidieron garantías para los habitantes de la capital, quienes se entregaban al vencedor, izando bandera blanca.

Un testigo presencial, describe así la entrada a la capital del ejército revolucionario: “Pocas noches he visto mas serenas y transparentes, que la del 29 de junio de 1871. La luna brillaba hermosa en nuestro cielo, y en la ciudad tranquila, apenas se oían los pasos de las escuadras de los patriotas que habían tomado las armas, para velar por el orden.

A la mañana siguiente, 30 de junio, la población, que se había levantado muy temprano, vio tremolar en las torres de la ciudad multitud de banderas blancas en señal de paz y libertad.

El pueblo en avalancha se lanzó a extramuros de la capital. Llenaba toda la calzada que viene desde el Guarda Viejo, hasta la Plaza de Armas. Jamás ha visto la capital mayor regocijo. Ese día se lloró y se cantó de alegría… se oyeron himnos patrióticos que surgían espontáneos del fondo de los corazones; ese día alboreó espléndida y hermosa la luz de la buena nueva… esa luz de la libertad que tanto trabajo y luchas, ha costado encender en nuestra Guatemala. El mariscal Zavala entregó a García Granados y a Justo Rufino Barrios, en la plaza de Armas las llaves de la ciudad.

Granados y Barrios, al frente de los suyos, se dirigieron al Palacio, en cuyas ventanas fueron objeto de una entusiasta ovación por parte del pueblo, que llenaba la plaza mayor.

Yo, como joven curioso y entusiasta, estaba cerca de ellos… entre su grupo de patriotas. Estos héroes estaban gozosos al ver coronada su lucha de manera tan espléndida. Hubo un imprudente que en su entusiasmo, lanzó gritos de muerte contra los vencidos, gritos que no encontraron respuestas. El ilustre García Granados, impuso silencio y dijo: “No, no, callad… muerte a nadie, la libertad no necesita de sangre para florecer… y este día es muy grande para empañarlo con gritos de muerte…”

En la Catedral, en donde se cantó un Te Deum en acción de gracias, se prometió al Arzobispo absoluta garantía para su grey. Todo esto fue el preludio de una época de gran prosperidad para Guatemala, tanto en lo político como en lo económico. Posteriormente, y entre las muchas reformas que hizo el bien llamado Reformador, General Justo Rufino Barrios, se obtuvo la reorganización y estructura del Ejército de Guatemala, con la noble misión de velar por la seguridad nacional y hacer que se respete la ley.

Y allá desde el fondo de nuestra historia, parece repercutir aún la poderosa voz de Justo Rufino Barrios cuando decía: “Ya tenemos Patria y Hogar… ya podemos vivir dignamente, ya podemos morir tranquilos pues hemos conquistado para nuestros hijos, una patria con efectiva soberanía que les asegura el respeto y la libertad…

¡Jefes y soldados de la Unión Centroamericana! Prometed la lucha por hacerla, y yo respondo que está hecha.

¡Viva la República de Centroamérica! ¡Viva el Ejército de la unión!”.

Y así, con las patrióticas palabras del General Justo Rufino Barrios, Proyección Literaria ha finalizado un breve recorrido por la historia de nuestra patria, en las grandes figuras de Justo Rufino Barrios… Miguel García Granados… y su grupo de patriotas, que legaron a la posteridad, no solo un ejemplo de amor a la patria y de honor militar, sino la muestra de que cualquier sacrificio es poco para conservar ese precioso don, que constituye La Libertad.

Que la gesta del 30 de junio, de 1871, sea recordada para siempre por las nuevas generaciones, como un ejemplo de dignidad… honor… y heroísmo, en la lucha por hacer de Guatemala, una patria mejor.

 

Hoy habia 2 visitantes (35 clics a subpáginas) ¡Aqui en esta página!
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis