Escritos de Irina Polà - Origen de la tragedia
   
 
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El origen de la tragedia griega

Cuando en una manifestación colectiva de un pueblo, están implícitos los factores esenciales que conforman la esencial del ser humano, dicha manifestación se ve representada en todas y cada una de las actitudes de los componentes de ese pueblo… Así las sociedades evolucionadas ética y políticamente, manifiestan grandes expresiones, llenas de vigor y colorido sobre un transfundo de profundas creencias y costumbres en las que no puede pasar desapercibido, el sentir religioso que da origen a las más altas y nobles actitudes humanas.

Pocas han  sido las culturas que se han identificado desde sus orígenes, en un solo modo de ser y de vivir en aras de un ideal Nacional, que hace del conglomerado, una verdadera comunidad que posee un presente brillante que emana destellos de conciencia y de valores para la posteridad.

El teatro nace en los pueblos indo-europeos y en Grecia básicamente, alrededor del siglo IV y V antes de Cristo. Oscila entre lo religioso y lo profano. Los primeros vestigios de este, han dejado suficientes testimonios para deducir que en la Iliada y la Odisea de Homero, son recogidos los asuntos que todos los dramaturgos griegos, habrán de aprovechar para la creación de sus obras. Varios testimonios nos hablan de Tespis, como el  primer introductor de la tragedia en Grecia. Se sabe con certeza que en el año 534 Antes de Cristo, recibe un premio por haber representado una tragedia. También se afirma que fue el primero que comenzó a usar el oficio de actor destacado del coro, y no solamente hacia un monólogo de introducción que habrá de llamarse prólogo. El también disfrazó su cara con afeites y comenzó a usar una rudimentaria máscara de lino.

Se dice que Tespis inventó el conocido género de la Música Trágica. Dejó para la posteridad al menos, cuatro tragedias: Forbas, El Joven, El Sacerdote y Penteo. Los críticos dicen que son obras puramente pseudonímicas, es decir: se les da el nombre de este famoso actor para autorizarlas. Horacio nos proporciona valiosa información sobre estas primeras representaciones.

Ahora bien, todas las culturas de la tierra oscilan entre dos direcciones: lo sagrado y lo profano, hecho interesante para cualquier investigador. El hombre griego tiene un concepto de “lo sagrado” muy particular, aún cuando el límite entre esto y lo profano está hondamente marcado, ya que lo sagrado es algo que separa a Dios y Hombres. El Teatro griego es en función meramente religiosa y no cultural, como el nuestro. El hecho religioso de que el dios Dionisos al recobrar la vida después de haber sido asesinado, lleva dentro de sí la vida y la muerte. Esto da lugar a que el griego cree una especie de función litúrgica a la cual le llamó: Fiesta Dionisíaca.

En esta fiesta un coro acostumbraba a cubrirse con pieles de macho cabrío, en griego Tragoi, que significa lo viril, lo fuerte. En estas fiestas se bebía vino pero, dentro de su liturgia no se permitía pasar cierto límite pues al pasarlo se caería en la estupidez. Al lado de estos, había otros que si sobrepasaban este límite, a estos se les llamó Komoi y cantaban el llamado Ditirambo, que es el paso de la vida a la muerte. El hombre griego afirmaba la vida a través de la poesía y volvía entonces al concepto apolíneo, es decir: la mesura, el equilibrio, la razón. De esta manera pues, nos damos cuenta que la fuerza de Apolo, sin la presencia de Dyonisos no existe. De este doble juego nació uno de los acontecimientos religiosos más importantes:

 

EL TEATRO DEL SIGLO V

Nacido del Coro, ha nacido la Tragedia… Esta se lleva a cabo en el Legeión, como los griegos denominan al escenario. Antes de la representación teatral, que era presidida por un sacerdote de Dyonisos, llevaban la imagen y sólo entonces comenzaba la función. Este es pues el origen de la tragedia, pero comienza verdaderamente 40 o 50 años después, con Esquilo quien forma parte de la trilogía: Esquilo, Eurípides y Sófocles. El estudioso se sorprende al ver la perfección que se halla en la obra de Esquilo. Ahora bien, no se puede estudiar la tragedia sólo por éstos tres hombres, se ha estudiado también en pequeñas informaciones que se han encontrado escritas por filósofos griegos de la época. La Tragedia griega dura un siglo, fenómeno único en la historia de la cultura.

Es preciso aclarar que todo momento de cultura, tiene su época de creación. La creación del siglo V en Grecia, es representada por Esquilo, Sófocles y Eurípides, lo demás es repetición del sistema. La primera manifestación, con soporte en Esquilo, es en base a representación religiosa, lo cual comprueba que Aristóteles no andaba descaminado en cuanto a la forma en que narra la representación de la Tragedia.-

Inicialmente se hacía en una especie de largos carros, después con una montaña por fondo. Pericles elabora teatros de piedra. Se construye un edificio semicircular que se levanta de arriba abajo y que el griego llama Teatrón, con lugares intercalados para el paso de personas. La Orchesta es el sitio donde se coloca el Coro, que el Corifeo dirige. En las primeras filas está sentado el Arconte, pero el que ocupa el lugar del centro es el sacerdote de Dionisos.

En la Tragedia los actores llevan Koturnos, es decir sandalias de suela sumamente gruesa y un alto bastón para no caer, usan también una máscara que señala si lo que se representa es Comedia o Tragedia. En Atenas la capacidad del teatro era para 30,000 personas. Es preciso señalar que durante la representación, los actores estaban inmóviles por el peso de los Koturnos. Si se representaba una Comedia, no se usaban Koturnos, sino sandalias. Decía Aristóteles que cuando se ve una tragedia griega, debe uno sentirse destruido, pues esta provoca lo que los griegos llamaban Catarsis, es decir purgante.

Desgraciadamente no se posee ninguna idea precisa de las formas más antiguas de la Tragedia y por lo tanto, sólo puede juzgársela en la forma más alta de su desarrollo.

Nos encontramos con Esquilo, que aparece como el renacimiento del mito en la nueva concepción del mundo y del hombre ático a partir de Solón, cuyos problemas morales y religiosos alcanzan en Esquilo, su más alto grado de desarrollo. Su señorío contribuyó a la amplitud de su resonancia en el mundo griego y a la gran difusión del idioma ático en el imperio ateniense. Desde que el Estado organizó las representaciones en las fiestas dionisíacas, la tragedia se hizo más popular. Los festivales de Atenas constituían el ideal de un Teatro Nacional, teatro que  en vano se esforzaron por instaurar los poetas y directores de la posteridad. Por otra parte, el Coro fue la más alta escuela de la antigua Grecia mucho antes que hubiera maestros que enseñaran poesía y su acción debió ser mucho más profunda que la enseñanza puramente intelectual. Escuchemos una muestra de esa gran fuerza educadora:

Nunca la discordia, que jamás se sacia de desdichas, en esta ciudad brame. Nunca se enrojezca el polvo de sus plazas con la sangre ardiente de los ciudadanos que nunca unos a otros en venganza se maten porque es ruina perdurable para un pueblo… ¡Que del mismo amor los corazones participen! Tal es la más alta forma de remediar innumerables males entre los hombres de un mismo pueblo.

Es esta una estrofa del Coro en la trilogía de Esquilo llamada La Orestiada. El efecto poderoso e inmediato que ejerció la tragedia sobre el espíritu y los sentimientos de los oyentes, se revela en estos en una irradiación que anima la vida de un pueblo. La concentración de todo un destino humano en el breve e impresionante curso de los acontecimientos que se desarrollan en el drama, ente los ojos y oídos de los espectadores, representa un enorme aumento del efecto causado en la experiencia vital de los que lo escuchan. Los seguidores de Esquilo, especialmente Eurípides, convirtieron la tragedia en una representación de la vida cotidiana. El germen de esta evolución, se halla en el comienzo cuando Esquilo nos presenta las figuras de los cantos heroicos de Homero, aunque de distinta forma.

Cuando se trata de la fuerza educadora de la tragedia griega, no puede apartarse la figura de Sófocles de la de Esquilo. El espíritu de lucha siempre latente en la poesía griega, aumenta en la medida en que el arte se sitúa en el centro de la vida pública, y se hace expresión del orden espiritual y estatal. El Estado fomentaba los concursos de nuevos poetas, mediante premios y representaciones, para orientarlos en su camino y a la vez estimularlos. El arte purísimo y perfecto de Sófocles, constituyó un gran ejemplo para esas juventudes ávidas de poesía, y posee un efecto inextinguible en la Literatura Universal. El resplandor de su creación, se refleja en aquellas obras de arte que aún viven y hacen latir las más hondas fibras de quien las lee o las ve representadas. Leamos una parte del Coro de su tragedia Antígona “Muchos son los misterios, pero nada más misterioso que el hombre. El cruza la extensión del espumoso ponto y lo surca oculto entre las olas que braman en su derredor. Dotado de sagaz inventiva, industriosa por demás, unas veces resbala hacia el bien y otras se desliza hacia el mal. Si armoniza las layes de su patria y la justicia jurada de los dioses, feliz sea en su patria; sin patria sea, el que llevado de la insolencia, viva en la injusticia. Jamás sea huésped de nadie, quien tal hiciere”.

Un escultor de hombres, como lo es Sófocles, pertenece a la historia de la educación humana, y como ningún otro poeta griego. El es completamente distinto a Homero o a Esquilo mismo. Presupone la existencia de una sociedad humana, para la cual la educación… la formación humana en su pureza y por si misma, es el ideal mas alto. Sin embargo, esto no es posible hasta que una generación ha vivido constantes luchas interiores, para conquistar el sentido del destino en el que lo humano se coloca en el centro de la existencia. El arte mediante el cual, Sófocles crea sus caracteres, se halla inspirado por el ideal de la conducta humana, que fue la peculiar creación de la cultura y de la sociedad del tiempo de Pericles. Escuchemos otra intervención del Coro en su tragedia: Edipo en Colono. “Quien, olvidado de todo lo que es moderación, anhela prolongar la vida más de lo justo, siempre será a mis ojos, un iluso mentecato. Pues los años prolongados van hacinando siempre, mil cosas que engendran el dolor. Y los placeres, ¿Dónde están, una vez que el hombre se ha excedido más de lo debido? Cuando el Hades viene repentino, igual llega para todos la muerte que es el fin de todo.

Ni haber nacido es la mayor de las venturas, y una vez nacido, lo menos malo es volverse allá de donde uno es venido. Pues ya que al hombre le es pasada la mocedad y con ella sus liviandades y locuras, ¿Qué trabajosas pesadumbres le faltan? ¿Qué males no lleva consigo? Envidias, facciones, contiendas, guerras y muertes. Hasta que al fin, le viene en suerte, por remate, la aborrecida, la intratable, la sin amigos, la vejez, golfo en que están albergados los males de todos los males…”.

Aunque no supiéramos nada más de la Atenas de Pericles, de la vida y figura de Sófocles, podríamos concluir que en su tiempo, surgió por primera vez la formación conciente del hombre, que Aristóteles describe como: franca, cortés, selecta y delicada. A la pregunta sobre lo esencial y el sentido del ser, Sófocles contesta con el piadoso reconocimiento de  una justicia que reside en las cosas mismas, y cuya comprensión es el signo de la más perfecta madurez. No en vano repite en sus tragedias, que la faltad de medida es la raíz de todo mal, esta medida tiene su fundamento más profundo en la sujeción religiosa que llena una época entera, soportada en la sentencia apolínea de “Conócete a ti mismo”, que parece resonar por los cuatro puntos del mundo griego. “¡Oh! Sea mi suerte conservar siempre la más respetuosa pureza en palabras y obras. Pues a todas presiden altísimas leyes, engendradas en las etéreas regiones de los cielos.

La intemperancia engendra a los tiranos; la intemperancia cuando se halla cebada más de lo justo en afectos que son ilícitos y perniciosos, remóntase insolente hasta lo más alto, pero de allí se despeña en angustiosos aprietos, donde no pueda dar un solo paso la libertad.

Si alguien se pasea, llevando la violencia y la insolencia en sus palabras u obras, sin temor a la justicia, sin respeto a las sagradas imágenes de los dioses, a ése, mal hado le arrebate en castigo de su malvada impudicia, ya que no disfruta de lo que hay que disfrutar, como es debido, y no se aparta de toda impureza, y con incontinentes manos, toca lo que no hay que tocar…”.

El ambiente cultural, es decisivo para la formación de las personas, así la gran trilogía de Esquilo, Eurípides y Sófocles, influidos por su ambiente, emanan de sus plumas el espíritu de la época en la que les tocó vivir.

Los escritores de la época, condenan siempre a Eurípides de haber proscrito la tragedia, y negado la esencia de valores que legaron Esquilo y Sófocles. Sin embargo, lo que sucede es que todos vivieron épocas diferentes, y a Eurípides le tocó vivir al principio en una decadencia…

Esquilo hace mirar al mundo y lo que nos rodea… Sófocles usa lo mismo, pero con mayor conciencia de salvación y humanidad… Eurípides usa la tragedia para llevar mensajes a su pueblo. Estas son unas pocas de las diferencias de estos tres grandes dramaturgos.

En los dramas de Sófocles, frente a los de Esquilo, hallamos una mayor elevación de la acción dramática, porque toda acción dramática es para Sófocles el desenvolvimiento del hombre doliente. Con ello se cumple su destino y se realiza a sí mismo. También para él la tragedia es el órgano de más alto conocimiento. Si a Esquilo le preocupa la fuerza religiosa que hace que al hombre le preocupe su destino, a Sófocles le preocupe el llegar al fondo de las cosas humanas. Vive el dolor y es el trágico por excelencia. Así pues, a grandes rasgos, hemos bogado por uno de los milagros más grandes de la literatura y de la humanidad, como lo ha sido la Tragedia Griega y sus máximos exponentes: Esquilo… Sófocles y Eurípides…

“Perpetuas no son para los hombres, ni la noche tachonada, ni los sinos, ni las riquezas; se nos van en un momento, y a otro le toca gozarlas y perderlas a su vez…”.

Así, de esta forma,  recordamos que el arte es la expresión de un pueblo, y que los valores y la educación, son la responsabilidad conjunta del artista con su pueblo. Ojalá que la voz histórica de Esquilo, Sófocles y Eurípides, sea oída por las nuevas generaciones, para la búsqueda de una Guatemala mejor.

 

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