Escritos de Irina Polà - Quema del Diablo
   
 
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La Quema del Diablo y las festividades de Concepción y Guadalupe

El pasado del hombre es la inquietud que se manifiesta en todas sus acciones, esa constante búsqueda de las raíces de sus existencia y de su ser, lo impele tenazmente a conservar los resabios de un pasado del que es continuación. Hechos y acciones que han quedado suspendidas en el tiempo y sobre todo el espacio, lo motivan a remontar su historia y sobretodo su tradición... De la misma forma en que el hombre necesita preservar el pasado colectivo que lleva implícita su identidad, también necesita conservar y transmitir sus tradiciones  porque estas son las que definen su personalidad y la de su Nación. La conciencia de lo propio es la autenticidad del individuo y el patrimonio sagrado de toda comunidad...

Un hecho folklórico es en esencia un hecho social, producto de los hombres que la integran. Dice Celso Lara que lleva impreso todo un proceso histórico, religioso y social, que involucra todo el conglomerado, en el recuerdo no sólo de un hombre, sino el de muchos que han recreado el hecho que da origen en un pasado remoto, a una manifestación actual.

El día de la Quema del Diablo, cuando suenan las seis en el campanario de Catedral... pasos presurosos de niños que caminan por la calle de la ciudad... de pronto, suena el estallido de innumerables cohetillos por los cuatro costados de la capital, y de en medio de las calles, comienzan a elevarse en espirales de humo, centenares de fogatas que frente a las puertas de las casas, chisporrotean ruidosamente.

En el interior de las casas, los rezos de venerables ancianas invocan en el nombre de María Santísima, protección contra la acechanza diabólica y con ello la expulsión de tan temida presencia, del seno de sus hogares. Y en las grandes cocinas de las viejas casas de la antaña parte de la Guatemala vieja, humean alegremente las ollas de ponche y los pastos de buñuelos esperando el final de la oración, para festejar la fiesta de la Purísima Concepción.

Es esta la festividad que abre las puertas hacia las fiestas del ciclo de Navidad. Es la fiesta de la aurora que anuncia, sobre el negro de la noche, la llegada triunfante del sol. María es la avanzada del sol de justicia, el divino Redentor que alumbra el espléndido día de la gracia. Y así como el astro del día es responsable de la luz que despunta al terminar la noche, así Jesucristo, cuyo nacimiento se celebra pocos días después, es la causa del esplendor de Nuestra Señora. Es el cumplimiento de la promesa que Dios hizo a Adán cuando lo expulsó del Paraíso: Enviar un redentor y poner enemistad radical entre el tentador y la mujer.

Según la doctrina católica, cuando somos concebidos en el seno de nuestra madre, tiene ya nuestra alma la mancha del pecado. Esto es lo que se llama Pecado Original. Herencia de nuestros padres Adán y Eva. Pero Dios en un gesto de inconmensurable amor, redimió al hombre y padeció por él.

La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, es una afirmación católica que rubrica la impecabilidad y perfección de la madre de Dios. Ella fue concebida sin pecado original, es decir, sin el pecado que todos tenemos al nacer y que se borra con el bautismo. Cristo preservó a su madre del más mínimo contacto con el pecado, y Ella aplastó la cabeza de Satán. He aquí la creencia religiosa que dio origen a la tradición de las fogatas del Día de la Concepción.

Cuenta la historia que el padre franciscano Juan Dumas Scoto, que murió en 1308, principal defensor de esta creencia encontró la explicación del misterio. Su doctrina puede resumirse así: “Cristo es el redentor perfectísimo. Ahora bien, una redención que preserva del pecado, es más perfecta que la que libra de él. Respecto de los pecados personales esto es reconocido universalmente. El fin capital de la Redención es borrar el pecado original y sólo en segundo término, los pecados personales. Luego el redentor del pecado original aparece en forma más perfecta y directa que el de los pecados personales y dado que el redentor es más perfecto, es de esperar que ejerza por lo menos una vez, este acto perfectísimo de redención.

Pero este razonamiento no había nacido del esfuerzo de este solo hombre; para que el padre Damus Scoto pudiese plantear con tal claridad la Inmaculada Concepción, años antes Guillermo de Wars, franciscano también, había enseñado la célebre base que permitiría comprender la realidad de la concepción del pecado original en la Santísima Virgen: “Dios pudo, era conveniente, luego lo hizo...”.

Este camino se seguía indudablemente, según lo iba iluminando el Espíritu Santo. Desde aquella época, los franciscanos se dedicaron con ardor a la propagación de la creencia de aquel misterio, cuya devoción se implantó y creció en el pueblo. A esa lucha se unieron los carmelitas, los mercedarios, los agustinos y los jesuitas, entre las órdenes que vinieron durante la colonia a Guatemala. Los dominicos, celosos guardianes de la recta doctrina, fueron los instrumentos providenciales, para que quedase clara la doctrina concepcionista. Finalmente, tras siglos de madura reflexión, Pío IX, decretó el memorable 8 de diciembre de 1854 el Dogma de la Purísima Concepción.

Existe un hecho histórico muy interesante: La Universidad de Paris jura, y en eso se obligan durante el siglo XV, a todos sus estudiantes, profesores y egresados, defender en la medida de sus capacidades y hasta con el derramamiento de sangre la doctrina de la Inmaculada Concepción de Maria. Fue el primer tributo intelectual que se ofreció a María en ese misterio. A imitación de esta benemérita Universidad, le siguieron la de Inglaterra, Italia, Portugal y España. Más tarde lo hicieron las universidades de América, incluida la de San Carlos de Guatemala, y esta la declaró su patrona en el año de 1830, cuando aún se llamaba Academia de Ciencias.

El investigador Miguel Álvarez Arévalo, nos proporciona también datos muy interesantes con respecto a la Inmaculada Concepción en la época de la colonia en Guatemala: “Habiendo sido electo proministro de la seráfica orden en Guatemala, el padre Fray Antonio Timeo, viajó a España en enero de 1598, con el objeto de solicitar al rey un incremento de religiosos franciscanos. Además de los cuidados de la provincia que le llevaban a España, se encargó también de ir disponiendo algunas cosas que había de traer a Guatemala... La Inmaculada Imagen de Nuestra Señora de la Limpia Concepción... dos órganos, uno para San Francisco y otro para Almolonga; dos imágenes de San Francisco, una para el retablo mayor y otra para las procesiones; un San Juan Bautista para titular de Comalapa y otro para Alotenango; y una imagen de Santiago para titular de Atitlàn”. Gracias a esta información, Celso Lara pudo situar la hechura de la imagen de la Inmaculada Concepción de San Francisco, entre 1598 y 1599.

Se puede afirmar  también que la imagen fue hecha por alguno de los más famosos escultores sevillanos de la época, pues una de las más florecientes provincias franciscanas del Nuevo Mundo, no se traería cualquier cosa y menos si la imagen estaba destinada originalmente al primogénito convento de San Francisco de Almolonga.

La historia es como sigue: “Cuando el padre Diego de Cubillas, fue electo guardián del convento de Almolonga, se dedicó al enriquecimiento y grandeza del templo y convento, ya que eran dedicados a la Purísima Concepción, de la cual era gran devoto, hallando que la imagen del altar mayor era antiquísima, del tiempo del emperador Carlos V que la envió para aquella iglesia y que ya los tiempos requerían de más pulimento y adelantamiento por el mucho de los oficiales de escultura, solicitó con beneplácito de los prelados, al tiempo que iba a España Fray Antonio de Timeo, que solicitase en España, que se entallase una imagen de Nuestra Señora, de la mayor perfección y primor que pudiera conseguirse”.

El padre Timeo vino con la sagrada imagen en los últimos meses del año de 1600, quedando, según se dijo, en su capilla titular, desde donde ha sido testigo del acontecer de Guatemala, y delante de quien el pueblo postrado, ha sabido implorar el favor divino. Pronto empezó a salir en procesión todos los años. Esta extraordinaria imagen, ha sabido arrastrar multitudes durante siglos. Su rezado, el 8 de diciembre, constituye uno de los más fieles símbolos de fe y entusiasmo del pueblo de Guatemala, un pueblo amante de su tradición que se vuelca en desborde hasta la actual iglesia de San Francisco, en donde cada año se celebra con gran pompa, la festividad de la Inmaculada Concepción.

Esta fe y esta veneración por nuestra Señora, ha sido la principal causa de la creencia en la Quema del Diablo. Ella es quien únicamente puede liberar a los humanos de Satanás, y es por ello que cada 8 de diciembre y con la sola invocación de su nombre, el demonio abandona presuroso el lugar en donde se le rinda culto a la Virgen. De allí que nuestros ancianos tratan de perpetuar en sus descendientes, la tradicional Quema del Diablo, con el consiguiente alborozo de los niños, quienes celebran el triunfo de Maria sobre Satanás...

El mes de Diciembre, en general, es pródigo en fiestas conmemorativas a la Santísima Virgen. El día 12, se conmemora el aparecimiento de nuestra Señora, a Juan Diego, en el Tepeyac, México. Este acontecimiento, es celebrado en nuestra Guatemala, con gran fervor en el templo de Guadalupe. Desde la víspera, las calles aledañas al templo, se convierten en un feliz jolgorio de ventas y champas, en donde se ofrece a los devotos de la Virgen de Guadalupe, desde los típicos buñuelos hasta el batido, pasando por toda una gama de bebidas y comidas de todas clases. El siguiente día, desde muy temprano, se ven desfilar por las calles de la ciudad, a millares de niños que lucen el típico traje de innumerables regiones del interior de Guatemala.

La aparición de la Virgen de Guadalupe se manifiesta recordada en todos y cada uno de los pueblos cuyos trajes ostentan con alegría los niños de Guatemala. Por la tarde, sale en procesión la divina imagen que recorre algunas calles del Centro Histórico de la ciudad de Guatemala, entre el sonido de la alegre banda y el estruendo de miles de coletillos, que la acompañan hasta horas después en su regreso al templo.

El culto a la Virgen, es pues manifiesto en el mes de Diciembre. Es también consecuencia de dos causas: El desarrollo tecnológico mariano y la devoción a la Señora en el mundo; y el peculiar desarrollo de la religión en particular, y de la cultura en general en Guatemala, a partir de la Colonia. Por otra parte, las representativas imágenes de María, están relacionadas también con la concepción estética de los pueblos, y adecuada a su particular devoción.

En cada pueblo y en cada raza, gira la vida en torno a sus creencias religiosas y muy especialmente a lo que se refiere a la conservación de la vida, a la muerte y al más allá. Por ello poseen individualmente su propia fisonomía y su particular manera de manifestar sus impulsos espirituales, el amor, el temor y sobre todo la concepción de la divinidad. Ahora bien, en cada pueblo y en cada Nación, existe también el orgullo de sus propios valores, y ostenta afanosamente su personalidad religiosa, con el deseo implícito de prolongarle sobre el futuro. Es por ello que el guatemalteco persevera en su devoción  a Maria, y lo expresa de la forma más sincera y honesta, que además entraña una gran sencillez de espíritu. Ojalà las nuevas generaciones, sepan preservar las viejas tradiciones para legarlas a su vez a la posteridad, porque en ellas es donde el espíritu auténticamente guatemalteco se va a prolongar.

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